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Thursday, November 09, 2006

Dos (cuento)

Las cuatro de la mañana técnicamente no debería ser una buena hora para escribir nada interesante, como no sea un mal epitáfio de un peor día.
Por suerte faltan exactamente 17 minutos para esa hora. Aún estoy a tiempo, si es que me lo permite Marzilio.
Tener dos personalidades no es tan malo. Por supuesto, después de que uno se acostumbra. Me enteré ya bien entrado en la adultez pero creo que desde niño lo sospeché. Mis padres, que lo sabían, se cuidaron muy bien de mencionármelo alguna vez. Ni a mi ni a Marsilio nos dijeron nada sobre este cuerpo compartido con el que transito esta vida que me transita a su vez en un fedeeback maldito.

Comencé a darme cuenta en la escuela. Siempre fui terriblemente tímido, tan tímido que aparentaba ser hosco a los ojos de los demás niños, tan dados generalmente a hacer las cosas de a muchos. Solía andar solo por el patio de recreo, meditando o tal vez soñando simplemente alguna aventura imposible. Algunas veces lograba colarme en el laboratorio y me pasaba el recreo mirando los frascos que contenían las carcazas de animales muertos, apretujadas en bollones, todos parecidos entre sí, con esa tonalidad rosa pálido que desde entonces y hasta hoy he relacionado con la muerte.

Nunca pude hablar con el otro. Como no sea en sueños. Muchas veces dormimos a la vez. Otras, uno duerme y el otro vela, y el que duerme suele soñar con lo que el otro está haciendo mientras tiene el control remoto que maneja el cuerpo que compartimos. Tenemos conciencia de haber soñado, pero hasta donde yo se, jamás he podido recordar en vigilia la naturaleza de esos sueños o de los actos del cohabitante de este cuerpo. Simplemente, me despierto pensando: "Soñé con él".
Como muchos de los afectados por personalidad múltiple, no pierdo oportunidad de leer cualquier artículo que salga sobre el tema. Desde el más serio y circunspecto, surgido de las profundidades de las páginas de la publicaciones especializadas en psiquiatría, hasta los artículos estúpidos de las revistas sensacionalistas, "Lo declararon inocente porque las veintiocho violaciones las cometió su otra personalidad" o cosas igual o más descabelladas.

Marsilio tiene la misma costumbre de leerse todo lo que llega a sus manos. Fue él quien a través de una notita breve con su caligrafía prácticamente inteligible, me recomendó leer Sybil hace como cien años.
(¡Me tengo que apurar!) Cuando leí esa novela, creí entender también el motivo por el cual uno termina disociándose. Para defenderse. Defenderse de un ambiente hostil, de una pareja de progenitores con carencias en lo referente a lo afectivo, de una vida miserable de la que apenas si es conciente. Es como fabricarse un amigo imaginario, que cobra vida. Pero su vida trascurre al otro lado del espejo y nos es absolutamente inalcanzable. Excepto en sueños. Mi otra personalidad (hasta donde sabemos, tenemos nada más que dos) vive eternamente tras un velo indeleble e indefinible que no nos es posible atravesar. Nosotros somos como hermanos siameses unidos por la espalda. Cargamos el uno con el otro, pero jamás podemos vernos ni ser protagonistas simultaneamente Germán está un poco loco y se le da por escribir estas estupideces en un lugar público y donde todo el mundo puede leerlas, hay que jodese con él, me tiene podrido, si podrido, cansado, aburrido, superado, requetecotrasuperlleno. Es monóntono con el tema, se pregunta, se contesta y se cuestiona sobre hechos que no tienen explicacion, ni importancia y de los cuales nadie tiene un carajo de culpa al contrario de lo que le gusta pensar a él que siempre jode con lo mismo y mira a los viejos con cara de culo, como pensando que mierda me habrán hecho para que yo saliera así con este problema de múltiple personamierda. En la escuela era igual. Los amigos se los tenía que buscar yo porque si fuera por él, no habría nada más que libros y conejos muertos metidos en unos frascos de mierda en un ambiente que eternamente hedía a formol y al olor de los cadáveres de los pobres bichos que, estoy convencido, se escapaba a través de la barrera de formol y vidrio donde los habían confinado. ¡Buena niñez nos quería dar el muy hijo de puta!

Germán Queirolo Tarino
Salinas. 15 de Agosto del 2004.

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